martes, 8 de mayo de 2018

Federico Bahamontes



Estatua de Bahamontes inaugurada en Toledo


Recientemente, Bahamontes ha recibido un merecido, y a la vez tardío homenaje, en su tierra, y es curioso como hablando con un amigo periodista francés, daba mucha gloria a su figura. Incluso me atrevería a decir que más que en España. En Francia gritaron aquello de: "¡Vive Saint Federicó!

Por otro lado, embargado por la emoción de un 'jour de gloire', el locutor de la televisión francesa comparaba a Thomas Voeckler, con Bahamontes, y con Jean Robic, cabeza de cuero, que también era pequeño y era feroz y testarudo, y quien en 1947 también atravesó los Pirineos de lado a lado pasando el primero por los cuatro grandes, Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde. “Igual que Robic, pero con una diferencia”, precisa su asesor, el histórico historiador Jean Paul Ollivier. “Que la travesía de cabeza de cuero comenzó en Luchon y terminó en Pau y la de Titi, la de Chochou (que de ambas maneras llamó a Voeckler), ha sido a la inversa, de Pau a Luchon”.

El sabio Ollivier, biógrafo de Federico Bahamontes también, podría haber añadido otro detalle: cuando Robic terminó la etapa, esprintando, se lanzó al suelo y sin perder tiempo se sentó en el suelo con un reloj para calcular el tiempo que había sacado al pelotón y al líder, René Vietto (fueron más de 10 minutos), pues su lucha era la victoria en la general (lo que finalmente consiguió el último día, camino de París) y no solo ganar la etapa o ser rey de la montaña (que no consiguió).

Ya Federico Bahamontes, en sus tiempos, hacía lo que hacía Voeckler. Lo hizo un par de años y lo hacía con su clase. Coronaba un puerto el primero, el Tourmalet por caso (y cuatro veces pasó Federico el primero por el gigante de los Pirineos), y se paraba arriba a esperar al pelotón, tomando un helado a veces para matar el rato, pues le daba miedo bajar solo. El se conformaba con eso, aunque le salvó Fausto. Le salvó Coppi, que le convenció de que valía para más que para ganar la montaña, y le convenció de que podía ganar el Tour. Y lo ganó. Lo ganó el 18 de julio de 1959, y ganó seis veces también el gran premio de la montaña, y no hubo ciclistas españoles preparados para festejarlo, para gritar ¡Viva San Federico! en la cumbre del Tourmalet, su símbolo, el 18 de julio, su día.

Por Manuel Pérez Aguirre (c)


Federico Martín Bahamontes


No hay comentarios:

Publicar un comentario