jueves, 25 de julio de 2019

Vuelta de 1989


El año 1989, fue una Vuelta tan normal, tan estereotipada, tan previsible, en la que un corredor español ha ganado aplicando el grado justo de fuerza en el momento adecuado, en el lugar preciso, marca un hito en la historia social, política, y económica de España. Pedro Delgado ganó la Vuelta en el descenso, en el llano, en la contrarreloj, y, en cambio, ha estado a punto de perderla cuando en unos pocos puertos se le escapó a la dirección de la prueba la regla y el compás hasta el punto de confundir la horizontal con la vertical.

Delgado ha ganado como lo hacía Anquetil, dando caza, graduando la transpiración de cada instante, orquestando la maniobra de su equipo, el propio y el ajeno, convirtiendo el músculo en inteligencia mucho más que en pasión. Como nunca anteriormente, un ciclista español ha ganado tras ver la grupa de su oponente empinarse en los últimos repechos de la ruta, bien armado de la sabia certidumbre de que quien sube acaba por bajar. Por eso, el colombiano Parra tenía más derecho que ninguno en esta edición de la carrera a reivindicar los títulos históricos del español eterno, mientras que Delgado era mucho más propiamente un ciclista del Mercado Común.



Pedro Delgado


Por Manuel Pérez Aguirre (c) 2019




sábado, 13 de julio de 2019

Eduardo Chozas


Hoy el Tour llega a Saint Etienne, y yo recuerdo la victoria de Eduardo Chozas en 1990, mañana hará 29 años.

Así lo contaba el diario El País:

"Jesús Rodríguez Magro, corredor del Banesto, cruzó la línea de meta mientras en el podio su compatriota Eduardo Chozas recogía el ramo de flores como ganador de la etapa. Magro emitió una sonrisa y no pudo resistir una exclamación: "¡Cómo es este Chozas, lo ha conseguido!". Razones tenía para decirlo: Chozas vive su guerra particular en cualquier prueba, y ayer logró la primera victoria española en este Tour.Y es que Eduardo Chozas, madrileño de 30 años. ha reanudado su guerra particular en este Tour porque ayer, en Saint-Etienne, consiguió su cuarta victoria de etapa en la gran ronda francesa. Chozas había interrumpido durante dos años su peculiar y privada aportación al palmarés español en el Tour. Y desde ayer ocupa un apreciable lugar, detrás de Ocaña (9 victorias), Bahamontes (7), Julio Jiménez (5), pero igualado con Delgado (4). Chozas ha hecho de esta parcial conquista su especialidad, y a fe que lo ha conseguido con notable mérito. Porque Chozas ha atacado casi siempre en el mismo terreno, en esa tierra de nadie que es el macizo central y en esa jornada de nadie que supone aquella etapa que se disputa después de una jornada de descanso o tras la gran batalla. Chozas suele ganar el día en que al resto de corredores le molesta ganar. Y no deja de ser ese día una jornada dificil.

Pero ayer venció de una forma mas sorprendente si cabe, porque no llegó su triunfo a través de un esfuerzo en solitario, como lo había hecho en anteriores ocasiones (1985 en Aurillac, 1986 en ,Chevalier y 1987 en Morzine). Lo hizo al amparo de un grupo de notables. Y más difícil aún resultó que buscara el sprint ante hombres más preparados que él. "Ha sido una gran victoria para mí porque iba en un grupo de hombres muy rapidillos", manifestó. "He sabido ver el momento de atacar y he tenido suerte".

Chozas buscó el triunfo de etapa escapando del pelotón para inmiscuirse en un grupo de 10 corredores. Vio con sorpresa más tarde cómo llegaban Lemond y Breukink y decidió seguir su rueda a ver qué pasaba. "Se trataba de una etapa muy rara, muy descontrolada. Primero se habían ido 10, luego marchaba otro grupo de 10, donde iba yo, y luego les veo llegar a ellos".

Chozas une además el doble mérito de haber sido uno de esos escasos corredores que afrontan la temporada con el objetivo de superar el esfuerzo de las tres grandes, cualidad que también adorna a su compañero Lejarreta. Chozas tuvo una actuación activa en el Giro e igualmente en este Tour, donde ya ha sido segundo en una etapa, en Ginebra. Ha ganado cuatro etapas en el Tour y dos en el Giro, pero curiosamente no ha conseguido idéntico galardón en la Vuelta, prueba que se le resiste. Con razón exclamaba Rodríguez Magro: "¡Cómo es este Chozas!". "

Por Manuel Aguirre (c) 2019


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Eduardo Chozas


domingo, 7 de julio de 2019

Tom Simpson


"Si hacen falta diez para matarte, tomaré nueve y ganaré"

En el primer Tour que corrió Tom Simpson acabó en la vigesimonovena posición, un debut nada desdeñable para un novato. No tardaron en llegar algunas victorias en grandes premios e incluso alguna clásica como el Tour de Flandes, demostrando que era un corredor con buenas capacidades; era una época en que entrar en el ciclismo profesional continental era si cabe tan difícil o más que en la actualidad. La segunda vez que corrió la ronda francesa consiguió el raro honor de llevar el amarillo, aunque fuera por un día. Aquella edición acabó sexto. Ambos fueron logros que los ciclistas británicos tardarían en repetir. La primavera siguiente llegó un espectacular triunfo en la Milán-San Remo. Sin duda Simpson tenía el físico para competir por la victoria en las clásicas de un día. Sin embargo los ganadores de las grandes vueltas están hechos de una pasta especial, y muy a su pesar, Tom Simpson no era uno de ellos. Por lo demás todos sabían que las grandes leyendas del ciclismo han de forjarse tarde o temprano en una carrera como el Tour. Para su desgracia, la ambición de Simpson le llevaba más lejos de lo que podían llevarle sus piernas. Pero aquel día en que vistió de amarillo algo cambió en su interior.

13 de julio, 1967, etapa de montaña entre Marsella y Carpentras, con el gran Ventoux como punto fuerte del día. Es un día caluroso, muy caluroso, de esos en que el asfalto lucha por fundirse con los neumáticos de las bicis y los pulmones se vuelven algodón. Un clima idóneo para un 'caféraid', una práctica ya desterrada, consistente en el asalto por parte de los ciclistas del primer bar o cafetería que tuvieran a mano para hacerse con todo el líquido que pudieran guardar en sus uniformes; en aquellos tiempos solo podían repostar en los puntos de avituallamiento, no había entrega de bidones durante la carrera, así que cuando la sed apretaba los corredores simplemente se convertían en modernos vikingos que desvalijaban bares en vez de monasterios. Por supuesto, cualquier líquido valía, y no siempre se trataba de agua o refrescos, el alcohol también podía servir si era lo que estaba más cerca de la puerta.

Séptimo en la general, Simpson tenía aquel día marcado en rojo en su calendario. La gloria habría de forjarse en el Ventoux, para ser solidificada en la meta. Poulidor y Jiménez marchaban escapados, y el británico se encontraba en el grupo perseguidor. Conforme los kilómetros de subida empezaban a quedar atrás, el pedaleo de Simpson comenzó a hacerse más errático. Su ritmo disminuía mientras era sobrepasado por más y más corredores. Cuando comenzó a dar tumbos de un lado a otro de la carretera fue la señal de que estaba totalmente reventado. A punto estuvo de dirigirse al precipicio que bordeaba el recorrido, pero en el último momento cambió la dirección para irse a la otra cuneta, adentrándose en una zona de gravilla, donde cayó como un tronco. Uno de sus mecánicos fue a asistirle para ayudarle con los calapiés y sacarle de la bici, pero el ciclista no dejaba de mascullar que le subieran de nuevo al sillín. Tras incorporarse como pudo, montó de nuevo y empezó a pedalear, pero apenas recorridos unos cuantos metros volvió a zigzaguear, totalmente hundido sobre el manillar. Su director deportivo paró el coche y entre varios acudieron a socorrerle. Le tumbaron en una cuneta, aferrado todavía al manillar y con las piernas pedaleando en un acto reflejo. Para entonces Simpson ya estaba inconsciente. Le movieron brazos y piernas, le refrescaron con toallas húmedas, y cuando por fin llegó el servicio médico le practicaron masajes cardíacos y respiración boca a boca. Por una vez la horrorizada audiencia televisiva ya no estaba preocupada por quién iba en cabeza. Cuando llegó un helicóptero para trasladarle a un hospital, el corredor ya había fallecido. Una combinación fatal de calor, sobreesfuerzo, anfetaminas y alcohol le había reventado el corazón. Su mecánico apuntillaría: "El estimulante que mató a Tom Simpson se llamaba Tom Simpson". Tras aquella increíble tragedia la organización del Tour introdujo los primeros controles antidopaje.

Foto de 1965.

Por Manuel Aguirre (c) 2019

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Tom Simpson



miércoles, 3 de julio de 2019

VUELTA A SUIZA (Parte II)


En la decada de los 90, es destacable el tercer puesto de Fernando Escartin en la edicion de 1993 y la victoria del helvetico Pascal Richard (ex-campeon olimpico en ruta en los JJOO de Atlanta de 1996, de varios Monumentos y tambien etapas en el Giro y en el Tour) en 1994. Ya en 1995, se impuso el ruso Pavel Tonkov (vencedor del Giro de Italia en 1996 y subcampeon en las ediciones de 1997-98 mas 7 triunfos de etapa, y tercer clasificado en la Vuelta de 2000) y en 1997 vencio el galo Christophe Agnolutto beneficiandose de una fuga/escapada bidon en detrimento del suizo Oscar Camenzind,quien lograria resarcirse venciendo la edicion del año 2000.

A finales de los 90, se impusieron dos ciclistas italianos. El primero de ellos Stefano Garzelli (vencedor del Giro de 2000 mas ocho etapas) en 1998 y la edicion siguiente seria para Francesco Casagrande (subcampeon del Giro 2000 mas dos etapas y el Premio de la Montaña, de la Milan-Turin, la Flecha Valona, Tirreno-Adriatico y bicampeon de la Clasica de San Sebastian), al que le acompañaron en el podio un tal Laurent Jalabert (2) y el posterior bicampeon del Giro de Italia, Gilberto Simoni, tambien vencedor de etapa en el propio Giro (8), en el Tour (1) y en la Vuelta (2).

Ya en el nuevo siglo, destacar las victorias de Alex Zulle (bicampeon de la Vuelta en 1996-97, campeon mundial de contrarreloj, 14 etapas en las Grandes Vueltas, Paris-Niza, Volta a Catalunya o dos Vueltas al Pais Vasco, entre otras) en 2002 y el kazajo A.Vinokourov en 2003 siendo tercer clasificado y vencedor de la etapa reina el gallego Oscar Pereiro. Al año siguiente, el teuton ahora salpicado por temas extradeportivos Jan Ullrich se estreno en tierras helveticas y en el Ecuador de esta decada, un renacido Aitor Gonzalez (vencedor de la Vuelta 2002 y triunfos de etapa en las 3 Grandes Vueltas) se exhibio de forma sobresaliente en la montaña suiza.

En 2007 vencio el espigado ciclista ruso Vladimir Karpets (maillot blanco en el Tour 2004 y vencedor de la Volta a Catalunya) y al año siguiente el buen corredor checo Roman Kreuziger (ganador de la Amstel Gold Race y del Tour de Romandia,entre otras) siendo tercer clasificado en aquella edicion el ya retirado Igor Anton.

Fabian Cancellara vencio una suavizada edicion de 2009 y Frank Schleck gano en 2010.

Curiosamente, grandes campeones como Bernard Hinault o Fausto Coppi no pudieron con esta carrera y Jacques Anquetil nunca la disputo. Nuestro Miguel Indurain solo participo en la edicion de 1989.

Para los ciclistas españoles la ronda suiza no ha sido una carrera predilecta porque para preparar el Tour de Francia los equipos nacionales siempre han preferido el Criterium del Dauphine Libere, que se disputa practicamente a la par. Ademas de las victorias nacionales y de los podios citados con anterioridad, los ciclistas españoles han logrado mas de 20 triunfos de etapa.

Actualmente, la carrera cuenta con 9 dias de competicion (llego a tener 13) y su ubicacion en la temporada ciclista suele servir para la preparacion final de los corredores que van a disputar el Tour de Francia. Solo la Segunda Guerra Mundial ha hecho que no se disputara en 1940-43-45.

La prueba es de gran dureza, caracteristica propia de la orografia de este pais, puesto que es la nacion europea de mayor altitud media y cuyo territorio esta ocupado casi en su totalidad por los Alpes. Asi, pasos montañosos como el Nufenen (el techo con sus 2478 metros), el Furka (2431 metros), el Fluela (2383 metros) o el Gotardo (2108 metros y carretera empedrada) son clasicos de la carrera y no tienen nada que envidiar a los puertos/cols/passos de las 3 Grandes Vueltas. Ademas, los recorridos de cada edicion incluyen 4 etapas de media o alta montaña, mas una contarreloj.

Tragedia en la Vuelta a Suiza.

La cuarta etapa de la edicion de 1948 tuvo un desenlace fatidico. Era una jornada de 134 kilometros entre Thun y Aldorf y los ciclistas Jean Robic y Ferdi Kubler se escaparon del peloton. Con el proposito de enlazar con ellos, los corredores belgas Ocker y Depoorter salieron en su busca en la ascension al Stuntenpass. En la cima del mismo, los dos corredores que iban en cabeza de carrera tenian una ventaja superior a los tres minutos sobre sus perseguidores, que se lanzaron a tumba abierta en el descenso del puerto.

Depoorter, segundo clasificado en la general, bajaba a 90 kms/hora entre la niebla y en una carretera con varios tuneles. En uno de ellos, en un tramo en curva, el ciclista belga se empotro contra la pared a toda velocidad fracturandose el craneo, la nariz y con heridas y abrasiones en las piernas. Francis Pelissier le atendio pero desafortunadamente, nada pudo hacer por el malogrado corredor belga.


Richard Depoorter Ichtegem.jpg
Richard Depoorter


Su muerte dejo conmocionada aquella edicion de la ronda helvetica que vencio el anteriormente mencionado Ferdi Kubler.

FIN. 

Foto: Wikipedia

Por Daniel Almenara (c) 2019