Hoy hace 11 años que falleció el luxemburgués Charly Gaul.
Profesional entre los años 1953 y 1965, durante los cuales consiguió 52 victorias.
Aunque también era un buen contrarrelojista, era más conocido por sus cualidades como escalador. Gaul se encontraba particularmente a gusto cuando las condiciones climatológicas eran adversas, cualidad que aprovechaba para atacar a sus rivales.
Charly Gaul consagró su vida a la bicicleta. Raro era el año en que no se dejaba ver mezclado entre el pelotón con el comienzo de un nuevo Tour. El ex director del la ronda francesa, Jean Marie Leblanc, recordaba aún sorprendido una visita a su casa aprovechando la salida en Luxemburgo de la edición de 2002. "Allí todo estaba dedicado a su deporte. Los libros, los trofeos, las medallas. Entrar en su casa era como hacerlo en una capilla". Gaul no era un nostálgico, amaba el ciclismo por encima de sus edades. Pero sobre todo, amaba la lluvia.
Charly Gaul nació en Luxemburgo en el año 1932. Ganó el Giro en 1956 y 1959 y el Tour en 1958.
Dejó siendo joven el ciclismo, en 1965, para hacer una vida retirada y ascética en los bosques de Luxemburgo. "Fue mi gran rival", asegura Federico Martín Bahamontes. Antes que Bahamontes fue Charly Gaul. Antes que el Águila de Toledo fue el Ángel que amaba la lluvia. Antes de que el genial toledano mostrara a los españoles y a los franceses que las montañas no eran sino unos accidentes del terreno inventados por Dios para que él tuviera oportunidad de lucirse en solitario, su pedalada ágil, su pose estirada, Charly Gaul, nacido en Luxemburgo en 1932 y fallecido víctima de una embolia pulmonar, dos días antes de cumplir 73 años, ya había volado por aquellos mismos puertos del Tour, por los Alpes bajo la lluvia, pedalada etérea, mirada de profundidad insondable, triste, su minúsculo cuerpo transformado, trascendido, frente a un desafío sobrehumano.
Charly Gaul odiaba el calor. Charly Gaul brillaba más bajo la lluvia, bajo la nieve, en las condiciones más extremas. Charly Gaul ganó el Giro de 1956 en el monte Bondone, en Trento, un día de dos grados bajo cero, de manos heladas azules, un día que abandonaron 40 corredores, entre ellos Bahamontes. Charly Gaul ganó el Tour de 1958 un día de lluvia helada por las montañas de la Chartreuse, un día en que Raphael Geminiani, su rival francés, se sintió traicionado, solo, y llamó a todos sus compañeros "Judas". Charly Gaul, que también ganó el Giro de 1959, perdió la carrera rosa de 1957 en el mismo monte Bondone, un día en que se apeó de la bicicleta para orinar y Louison Bobet, Gastone Nencini y Miguel Poblet aprovecharon para atacar.
Gaul, triste, misántropo, se retiró joven del ciclismo, en 1965, y también, prácticamente, se retiró de la vida. Se convirtió en un ermitaño, larga barba, costumbres ascéticas, en los bosques de Luxemburgo, y sólo a finales de los ochenta, cansado quizá de su vida apartada, volvió a dejarse ver en las carreras, una figura paternal, rechoncha, barbuda.
Volvió para recibir homenajes de todos los puntos del planeta ciclista, volvió para enamorarse de Marco Pantani, el único escalador de los últimos años que parecía animado por el mismo furor incandescente, volvió para ser testigo de la degradación del ciclismo, el deporte en el que supo hallar aliento épico.
Marco Pantani murió, pero Bahamontes, cuatro años mayor que Gaul, sigue vivo. "Fue mi gran rival", dice el toledano. "En la montaña éramos como dos boxeadores en el ring".
Por Manuel Perez Aguirre
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