El ciclismo muchas veces puede ser injusto con los ciclistas, y este es el caso de Marco Giovannetti.
El italiano, se hizo célebre en España después de ganar la Vuelta de 1990, era un muy buen corredor en carreras de tres semanas, pero por desgracia muchos sólo le conocen por aquella victoria.
En Italia es mucho más valorado ya que Giovannetti era muy conocido después del oro que consiguió en Los Angeles 1984, en la crono por equipos en los 100 kilómetros, junto a Marcello Bartalini, Eros Poli y Claudio Vandelli. En el ciclismo de antaño era una prueba de un enorme prestigio y Giovannetti fue partícipe de ese éxito.
Además, sin ser un corredor de tanta clase y brillantez como los Bugno, Chiappucci, Fondriest, Argentin, Chioccioli o Visentini de su generación, tenía una regularidad asombrosa. No ganó muchas carreras ni en su palmarés veremos muchas victorias, al contrario, son muy poquitas aunque de mucho prestigio.
En España en cambio, el nombre de Marco Giovannetti viene asociado a una victoria en una gran vuellta de chiripa. Sobre todo por desconocimiento de una carrera de un corredor que estaba capacitado para ganar una Vuelta a España o que tenía aptitudes más que suficientes para ser un vueltómano de categoría.
Marco Giovannetti fue el Pavel Tonkov de finales de los 80 y principios de los 90. Y digo el Pavel Tonkov de esos años porque el ruso desde 1992 hasta 2002, en diez ediciones del Giro consiguió meterse nueve veces entre los 10 primeros. El caso de Giovannetti era parecido.
Desde 1986 y hasta 1992 fue capaz de encadenar siete puestos consecutivos entre los 10 primeros. En 1986, en su estreno se llevó el maillot blanco de mejor joven, al igual que Tonkov en 1992.
En un Giro dominado por los dinosaurios Visentini, Saroni y Moser, en ese orden, acabó el Giro y donde LeMond fue cuarto, Giovanneti con 24 años acabó octavo tras Acacio da Silva, séptimo, Chioccioli, sexto y Corti quinto.
Cuando llegaba el Giro Marco siempre estaba ahí. Y en 1987 fue sexto al igual que en 1988, y en 1989 volvió al octavo lugar antes de que llegara su gran año, 1990.
Giovannetti fue el tapado de la carrera. En España su nombre sonaba a unos poquitos, a los que seguiamos el ciclismo, para los demás era sólo uno más. Todavía José Ramón de la Morena habla de él como si fuera un piernas y un desconocido, pero no. Al igual que la Ser, todos los demás medios lo ignoraban y nunca supieron nada de él ni antes y me atrevería a decir que ni después de su trayectoria.
Se metió en la escapa de Ubrique y no pudieron durante toda la Vuelta apenas quitarle tiempo, ni en montaña, ni en la crono de Zaragoza, cosa normal siendo Marco, entonces en Seur, un corredor todo terreno donde pocos le podían quitar tiempo. Ni Delgado, ni Indurain, ni Fuerte, ni Cabestany, ni Parra pudieron ganarle aquella Vuelta.
Después vino el Giro y Giovanneti volvió a demostrar ser un hombre Giro, pisó el podio por primera vez, acabó tercero ante un incostestable Bugno y segundo terminó Mottet.
En 1991 volvió a un equipo italiano al Chateau Dax de Bugno, pero en la Vuelta no anduvo fino aunque en el Giro volvió a quedar octavo. No fue un año para Marco, pero en 1992 hizo cosas muy interesantes. En la Vuelta a España acabó cuarto y en el Giro volvió a quedarse a un puesto del podio, en el primero de Indurain además venciendo brillantemente en Pian del Re. Unos días mas tarde se vistio el maillot de Campeón de Italia.
Las lesiones no le dejaron rendir más tiempo a gran altura, y se retiró en el Mapei en 1994 a los 32 años.
Este es un pequeño y rápido tributo a un corredor injustamente tratado y que consiguió grandes puestos en una época muy difícil, y con grandes especialistas en carreras de tres semanas.
Por Manuel Pérez Aguirre (c)
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