martes, 17 de abril de 2018

Tour 1988


España se paralizaba diariamente para ver cómo Delgado ganaba un Tour marcado por la locura de Alpe d’Huez, el hachazo de Luz Ardiden y un extraño caso de positivo. 
Hubo un tiempo en el que el ciclismo era el deporte nacional y el Tour su religión, en el que el Congreso suspendía una sesión para ver una etapa y en el que la modernización social pasaba por las dos ruedas, y en el que un hachazo era un hachazo. Para revivir esos tiempos, la infancia de tantos, y tan cercana, no es necesario sumergirse en hemerotecas en blanco y negro o sepias, pues se vivieron y se recuerdan a todo color, España democrática y socialista, y en Berlín aún el muro. Y allí, Perico.
En Berlín, donde comienza el Tour del 87, José Miguel Echávarri recorre el muro como una herida que cree eterna. Regresa al hotel por la noche más convencido que nunca de la necesidad de su idea y al día siguiente, cuando se cruza con Perico, el director del Reynolds no puede evitar preguntarle: bueno, ¿qué idea tienes para el año que viene? Pero Delgado no quiere saber nada aún. “Hasta después del Tour no quiero pensar”, le dice.

Pero Echávarri sí que quiere pensar. De hecho, ha pensado ya. El director del Reynolds ha puesto en marcha el plan Tour 88, que pasa, obligatoriamente, por la repatriación de Delgado, el chaval al que había hecho descubrir el Tour lanzándole en el 83 a la piscina sin agua. Después de ganar la Vuelta del 85 con el Orbea de Perurena, y convertirse en ídolo nacional, Delgado, inquieto siempre, había emigrado al PDM holandés “para perder los miedos” y descubrir que no había más misterio que “el trabajo, la mentalización y el tirar para adelante” para andar bien en el llano y la contrarreloj. En París, cuando terminaba el Tour 87 con Perico segundo, Echávarri ya tenía el OK del patrón de Reynolds, Juan García Barberena, pero Perico aún no hablaba claro. Una semana más tarde, habla el PDM: ‘queremos que sigas con nosotros, Perico, y te subimos el contrato, pero también te decimos que hemos fichado a Greg LeMond, que regresa tras su accidente de caza’. “A esta oferta les dije que no”, dice Delgado. “Les dije que con LeMond en el equipo yo estaría atado de pies y manos en el Tour. Yo soy un escalador que pierde tiempo en la contrarreloj, y que tiene que atacar en la montaña. Y eso será imposible con LeMond, que saldrá por delante de mí en las contrarreloj…”.

Al día siguiente, Perico anuncia al Kelme, al Reynolds y al BH que en 1988 quiere correr en un equipo español. “Y llegué rápidamente a un acuerdo con Kelme”, recuerda el ciclista. “Ellos querían un preacuerdo. Yo les dije que no me importaba, pero que si trascendía era papel mojado. Y al día siguiente salió en los periódicos: Perico ha fichado por el Kelme. Llamé a su director, Carrasco. ‘Rafa’, le dije, ‘ya no hay compromiso”. Quedaban en la carrera Javier Mínguez, del BH, y Echávarri, del Reynolds.

El 25 de agosto, en Viveiro (Lugo), donde hace etapa la Vuelta a Galicia, cenan Mínguez y Echávarri. A la hora del orujo, Mínguez se rinde. “Perico se va contigo”, le anuncia derrotado. “Te ha preferido a ti”. “Fructificó todo con José Miguel gracias sobre todo a la relación que siempre he tenido con él”, recuerda Delgado. “Nos respetábamos el uno al otro: entendernos a veces no nos entendíamos, pero nos respetábamos siempre. Ha sido un vínculo con él en mi vida que nunca se rompió... Es un enamorado del Tour, y soñaba con él desde el 83. En el 88 yo ya era más maduro, regresé mucho más hecho como ciclista”.

El Tour del 88 pasaba, en la cabeza de Echávarri, por el Giro, lo que suponía no llevar a Delgado a la Vuelta (se corría entonces en abril-mayo). A Perico no tardó en convencerle. “Fueron momentos especiales, irrepetibles, por la tensión con que se vivió todo”, recuerda. “Hasta se desarrolló una guerra entre Antena 3 y la SER. Al principio, García se conformaba con gritar ‘Perico, el antiespañol’ y a criticarme en exceso, pero sin ir a más. El asunto se desbordó cuando la SER me quiso de comentarista. Sacó su gran campaña: “Perico Delgado sí que corre la Vuelta con la cadena SER”. Esto para José María García, el factótum del periodismo deportivo, y con intereses en Unipublic, el organizador de la Vuelta, era una puñalada trapera. A partir de eso fue a saco, se le fue la pinza. La campaña contra mí ni me motivó ni lo contrario. Yo he tratado de vivir siempre, como deportista, alejado de la prensa. Trataba de no crisparme demasiado”.

En el Giro, Delgado, que no brilló excesivamente (séptimo, a 1m de Andrew Hampsten), se preparó a gusto y bien. “Me acuerdo de llegar al Tour con muchísima presión en el equipo. Se les había disparado el presupuesto a Reynolds y ya se hablaba de un segundo patrocinador… Y como no consiguieron un buen resultado en la Vuelta llegó el equipo con muchísimos miedos, un todo o nada”.

El Tour del 88, el primer Tour que ganaba un español desde 1973 y para muchos aficionados el primero genuinamente español, pues los dos anteriores, el de Bahamontes y el de Ocaña, pertenecían a una vieja gloria y a un bicho raro crecido en Francia, se puede resumir en dos momentos fuertes en la carretera y un día de despachos en el que se pudo perder todo.

“Cuando sentí que estaba bien, preparado para ganar, fue el día antes de Alpe d’Huez, en Morzine, donde ganó Parra. Allí yo me veía muy bien, veía a la gente cansada y pensaba que yo no había gastado nada… Y no me moví porque era una mierda de etapa, y vi en todos mala cara… Y al día siguiente, la etapa reina, en Alpe d’Huez, salió loca, loca, loca. Era muy larga, 220 kilómetros, y desde Morzine se fraccionó el pelotón, con Bernard cortado, y Mottet y yo tirando delante. Antes de la Madeleine, hubo una lucha de esas que solo vemos los que estamos ahí, una lucha terrible. Llegamos al pie de la Madeleine, que es donde se reagrupó todo, destrozados. Yo iba bien, pero preferí guardar. En la Madeleine nadie movió ficha, íbamos con el miedo en el cuerpo. Llegando arriba, no sé si llegó Arroyo, a tres de coronar. ‘¿La liamos, la liamos?’, me dice, ‘que esto no se mueve’. ‘No, no, vamos a esperar. Habla con Miguel [Indurain], a ver si nos juntamos con Magro y Omar, que íbamos en pelotón de 50. Vamos a esprintar todos en la montaña y Miguel, que baja bien, que nos baje Madeleine a mil por hora, hasta pasar el avituallamiento, en el llano antes del Glandon. Y vamos a ir a toda leche que alguno se va a quedar sin bolsa porque no va a tener tiempo de cogerla’. Enfilamos para abajo a rueda de Miguel. Y en el avituallamiento, en fila de a uno, todos estirados. Dos kilómetros después, se paró y se reagrupó el grupo para comer… En los falsos llanos antes del Glandon le dije a Magro, ‘aquí a moverlo todo otra vez’. A falta de tres para la cima del Glandon, como no arrancaban los colombianos, me la jugué, y ahí vino Rooks, y le esperé. Pero, curiosamente, pasó lo que yo no esperaba. Mottet y Jean François, hundidos, los colombianos parados, y yo pensé que ya era la gloria con Rooks, pero justamente en el llano se movieron los colombianos por detrás, y la diferencia, que pensé yo que iba a crecer, se quedó siempre en el minuto. No nos dejaron. Para una vez que se juntan los colombianos, nos jodieron. Eso da igual. Pero la carrera ya quedó marcada ese día”.

“Yo ya había cogido el amarillo el año anterior en Alpe d’Huez, pero sabía que esta vez no lo cedería, que solo debería aguantar y disfrutar, y al día siguiente lo remaché en la cronoescalada de Villard de Lans. Y ahí entramos en estado de euforia”, dice Delgado, para quien el momento Alpe d’Huez no tuvo más mística que la realización ya conocida de una posibilidad anticipada. Para Echávarri fue algo más, claro: veía por primera vez a uno de su equipo con el maillot amarillo.

A Perico solo le quedaba por rellenar un capítulo para terminar de construir su personaje, de escribir su leyenda que tantas siestas alteró sudorosas. A Perico le faltaba solo convertirse en el hombre que dio el hachazo. “Aquello, los Pirineos, fue el apogeo del periquismo”, dice Delgado. “El hachazo que todo el mundo recuerda fue en Luz Ardiden, la etapa que ganó Cubino, pero muchos creen que gané yo, y yo quedé tercero, a 6m, y segundo Duclos. En la tele Pedro González decía que yo iba jodido, que no podía. Yo ya me había quedado solo ante el peligro, vigilando a los colombianos. Y esperaba a que arrancaran a ver cómo respondía, pero no arrancaba, no arrancaban, y yo ya vi que estaban controlados, que las fuerzas de los demás estaban justas, que cada vez quedábamos menos y que no habría ofensiva. Me tranquilicé y me hice un poco rata, me fui un poquito atrás... Y en uno de esos ataques entre Rooks, Theunisse y Lucho, yo aproveché, arranqué por el córner y les sacudí. Y ese es el ataque que todo el mundo recuerda y en el que no gané la etapa, aunque la gente crea que sí”.

A dos kilómetros de la cima, un joven en pantalones cortos y con gorra esprinta a todo correr detrás de los ciclistas, y cuando llega a Perico, que va el último del grupo, le suelta con la botella un chorro de agua en la nuca. Perico se vuelve y parece insultarle, después mira adelante y empieza a acelerar. Pasa primero a Pino y a Boyer; después a Parra y Rooks, y finalmente a Pensec y Theunisse, y se va como una polvareda empujada por un tornado.
Delgado sale de los Pirineos con el Tour en el bolsillo. A falta de solo dos etapas peligrosas (Puy de Dôme y la contrarreloj final), el segundo en la general, Rooks, está a 4m 6s, y a 6m el tercero, Parra. El martes 19 de julio el Tour llega a Burdeos…

Por la tarde, el patrón del Tour, Jean Pierre Courcol, advierte a los periodistas de la televisión francesa Antenne 2 de que puede que Theunisse y Delgado hayan dado positivo en la cronoescalada de Villard de Lans.
“Yo no me enteraba de muchas cosas”, dice Perico. “Recuerdo que llego al hotel de Burdeos y me dicen ‘hay un positivo de un corredor importante’, y yo pensé ‘joder, pues vaya movida’. Y salió el nombre de Theunisse en la tele, y yo, ‘pues vaya palo’, y siguen, y dicen que hay otro positivo importante, y yo, ‘pues vaya racha…’. Y entonces ya me llamó José Miguel y me dijo que era yo el otro positivo. Me quedé incrédulo. Pensé en la posibilidad de un bidón del público, aunque no suelo beber… Y cuando me dijeron que la sustancia se llamaba probenecid, me sonó a chino. Y flotando en la cabeza tenía la sensación de una mano negra que me había envenenado…”.

El escándalo no tarda en convertirse en un asunto de Estado. De madrugada, tanto Courcol, como Xavier Louys, su segundo, presionan a Echávarri para que retire a Delgado. Echávarri exige esperar como mínimo al contraanálisis. El diario oficial, L’Équipe, exige también la retirada en su editorial, y lanza la imagen de un maillot manchado. Al día siguiente, cuando se le informa de que el probenecid figuraba en la lista del Comité Olímpico Internacional (COI), que lo considera un enmascarador de anabolizantes, pero no en la de la Unión Ciclista Internacional (UCI), Echávarri se siente más fuerte. Vuelan el secretario de Estado para el Deporte, Javier Gómez Navarro, acompañado de Cecilia Rodríguez, directora del laboratorio antidopaje de Madrid, que asistirá al contraanálisis, y del presidente de la UCI, el valenciano Luis Puig. En apoyo de Delgado, el pelotón rueda a 20 por hora la primera hora de la etapa.

El contraanálisis confirma el positivo. Puig resiste a las presiones del Tour, que exige una sanción inmediata de 10 minutos, y del presidente de la comisión médica de su organismo, quien le recuerda que tienen previsto incluir el probenecid en su lista en la reunión de agosto y le aconseja la sanción. Puig reúne al jurado de la carrera: a día de hoy, les recuerda, el probenecid no está en nuestra lista y por lo tanto no procede la sanción. El jurado así procede e inmediatamente redacta un comunicado anunciando la no sanción. Con el papel aún caliente en el bolsillo, Puig acude al hotel de Clermont Ferrand en el que cena el Reynolds. Se dirige a Delgado, le entrega el comunicado salvador y le dice: “Ha costado cojones”.

El viernes, todo el pelotón, salvo Eric Boyer y el equipo suizo Weinman, se planta durante 10 minutos en la salida para protestar por la filtración del rumor y en apoyo a Delgado, quien el domingo 24 de julio de 1988 se convirtió en el tercer español, tras Bahamontes y Ocaña, que ganaba el Tour.

Fuente: diario El País.

Por Manuel Pérez Aguirre (c)







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