domingo, 15 de abril de 2018

Tour de 1989



Luxemburgo, 1 de julio de 1989. 17.13 horas. José Miguel Echávarri, al volante del coche del Reynolds-Banesto, repasa todos los detalles. Guarda cola detrás del coche del PDM. Kelly, el penúltimo, tomará la salida del prólogo del Tour a las 17.16. Un minuto después lo hará el último, Perico, Pedro Delgado, con el amarillo de ganador del Tour del año anterior. Todo está controlado. 'Sabiendo lo despistado que es Perico, llegamos con tiempo a la salida', recuerda Echávarri. 'Cinco minutos antes de que le tocara salir le cambiamos las ruedas de la bicicleta. Le dije al mecánico, a Carlos Vidales, que se quedara con él y no le perdiera de vista'.
El tiempo pasa despacio en el coche. Junto a Echávarri están dos hombres nuevos: Arturo Romaní y Martín Rivas, prebostes del Banesto, el banco de Mario Conde que ha decidido invertir en el patrocinio del equipo de Perico Delgado, el héroe del momento del deporte español. El ciclista del Tour del 88 que llega de ganar la Vuelta a España. El Tour 89 es el estreno ciclista del banco. La expectación es máxima. 'A las 14.00 habíamos presentado al Banco en el hotel Pullman y ahí estaban, ya en la carrera', dice Echávarri. En el coche están todos callados, impacientes. Finalmente, las 17.16. Sale el irlandés Sean Kelly. Sólo falta Perico y Miguel Indurain mira hacia la rampa de salida, a 50 metros a su derecha, más atrás, esperando ver la conocida figura de Delgado. Pero la rampa está vacía. Delgado no ha subido. Pánico. El grito sale involuntario '¿dónde está Perico? ¿dónde está Perico?'. 'Era horroroso', dice Echávarri. 'Veía la valla y el público, pero no podía ver qué pasaba detrás, no veía a Perico'.
Perico se había perdido. ¿O no? 'Yo no me perdí', dice el ciclista segoviano. 'A mí, y a todos, nos gusta calentar bien los prólogos, hay que salir a tope y no puedes empezar en frío. Ahora hay rodillos cómodos que colocas delante de tu autobús y bien protegido puedes romper a sudar sin problemas, pero por aquel entonces los rodillos eran muy peligrosos, eran tres cilindros y era complicado mantener el equilibrio si no eras muy ducho. Nadie los utilizaba en las contrarreloj. El Tour había dispuesto un parque cerrado para que calentáramos, pero no estaba muy bien organizado, pasaban coches, se colaban aficionados, entraban periodistas. No se podía uno concentrar allí'. Así que Perico, en su mundo, en su nube, concentrado, se fue a dar una vuelta por una zona más grande. Sordo a los gritos de Carlos Vidales. '¡Perico! ¡Perico! ¿Dónde vas, Perico?', vocea a pleno pulmón el mecánico, cargado con las ruedas de repuesto, por si acaso pincha a última hora. 'Di un par de vueltas y me crucé con Thierry Marie, el especialista francés, y me paré a hablar con él. ¿Cómo es el repecho? No está mal, pero se sube bien, cuidado con el desarrollo y así. Y quizás me enrollé un poco más de la cuenta. Le dije 'me voy que tengo que salir'. Sabía mi hora, y llevaba reloj, pero era un reloj de propaganda que nos habían dado los del banco, que en vez de manecillas normales tenía dos bes grandes, y en la esfera no estaban marcados los minutos, así que no era muy claro. Pero eso fue lo de menos'.
Perico se volvió y se fue hacia la rampa. 'Y me encontré de frente a un auxiliar desencajado. ¡Pericooooo!, vamos Perico, que ya es la hora, venga, corre. Y yo le vi muy nervioso, pero yo, que voy siempre un poco pachorra, le respondí: 'tranquilo, hombre, que hay tiempo'. Ahí es nada'.
Echávarri ya no estaba en el coche. No había aguantado más. 'Salí a colaborar en la busca', cuenta el director del equipo. 'Estaba en el coche y veía que no llegaba y Le Barbier, el hombre que dirige las salidas, repitiéndome, 'que no está Pedro, que no está Pedro''. Cuando Perico, aun tranquilo, llega a la salida, ve a Echávarri desencajado, pero ni por ésas piensa que llega con retraso. 'Yo sabía que si el cronómetro ya se había puesto en marcha no era necesario pasar por la rampa, pero como me hicieron subir, me imaginé que iba apurado pero en hora. Monté en la rampa, y abajo, al lado, José Miguel me voceaba, 'venga, sal', pero notaba que cuando intentaba salir la mano del comisario me sujetaba el sillín, y pensaba que aún no era mi hora. Miré al cronómetro y aún le faltaban segundos para llegar a cero. Pero José Miguel insistía, '¡que salgas de una vez!'. Y lo volví a intentar y me volvieron a sujetar. Claro, entonces no entendía que me sujetaba para que no me cayera, porque salía sin acoplarme más que un pedal, y el comisario esperaba que metiera el segundo. Fue un momento de gran confusión. Me acoplé el segundo pedal. Y entonces me empujó el juez. Por poco me tira del empujón que me dio. Me di cuenta ya de que salía tarde'.
Delgado salió con 2.40 minutos de retraso e hizo el prólogo de su vida. Sólo perdió 14 segundos más con Breukink, el ganador. Había perdido el Tour antes de salir. No le aplicaron el cierre de control porque había el precedente de otro corredor, Fons de Wolf en 1985, y se eliminó el control en los prólogos.
'Fue, sin embargo, tan triste como esperanzador, fue ejemplar la rabia con que reaccionó, el prólogo que hizo. Exprimió todos sus jugos. El Tour después', reflexiona Echávarri. 'Perico era una persona tan concentrada que por un momento ni el tiempo transcurría para él'.
'Lo peor fueron las dos horas siguientes, los tres días siguientes', recuerda Echávarri. Perico terminó el prólogo y no se paró a hablar con nadie. Fue directo al hotel Pullman. Se encerró en la habitación. 'Fueron momentos de rabia, muy duros, tanta inversión, tanta gente, tanto dinero... y nada', dice Echávarri. 'Fueron horas tristes. Aún recuerdo, el pasillo del Pullman, un funeral; Vidales, llorando porque se le había escapado Perico; y la rumorología, los periodistas que hablaban de complots políticos, de acuerdos económicos incumplidos... Y a las siete bajamos porque teníamos un dúplex con Barcelona. Perico fue. Tenía la mirada esa de '¿qué he hecho, madre mía?' Y fue, sobre todo, la imagen de entrar en su habitación, la de Perico, y verle llorando. Toda una declaración. No tenía que decir nada más. Un hombre duro y con personalidad, las lágrimas, una confesión'.
El día siguiente fue peor. Perico, vacío (la noche anterior ni cenó, no se recuperó, apenas durmió), demarró furioso en un repecho en el sector matinal. Fue un gesto de orgullo. Inútil. Por la tarde, se desplomó en la contrarreloj por equipos. Todos tuvieron que pararse a esperarle. Perdió más de cuatro minutos. El Tour no había hecho más que empezar y Perico era el farolillo rojo, a 7.20 minutos de Fignon.
El Tour de 1989 fue el mejor de Perico. Un Tour de ataque, de recuperación moral, un Tour desesperado. 'Cuando salimos de Luxemburgo, camino de Bélgica, radio Tour sólo repetía 'Perico a cola de pelotón, a cola de pelotón'. Simplemente llegar a la meta era un balón de oxígeno', cuenta Echávarri. 'Y así la primera semana: llegar, llegar, llegar. Se recuperó el solo. Nosotros lo único que hacíamos era poner una lupa para amplificar cualquier rayo de esperanza. Y llegó la contrarreloj de Dinard. Quizás favorecido por salir a primera hora, Perico hizo una contrarreloj espléndida. Segundo, a 24s de LeMond. Comenzaba la remontada'.
La remontada continuó en los Pirineos. Tercero en Cauterets, donde mandó atacar por delante a Indurain, que ganó la etapa; segundo en Superbagnères. Y siguió en los Alpes. Segundo en Alpe d'Huez. Finalmente, Perico acabó tercero el Tour que pasó a la historia por los 8 segundos que le sacó LeMond a Fignon. El Tour que perdió en Luxemburgo.

Fuente: diario El País.

Por Manuel Pérez Aguirre (c)






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