lunes, 16 de abril de 2018

Vuelta de 1985


Era el 11 de mayo de 1985. Nacía un mito. Las huestes nacionales encabezadas por un escalador segoviano con personalidad y valor han derrotado a un escocés con coleta y pendiente, un brillante en una oreja, de quien, cuando años después dejó de ser Robert Millar para convertirse en Philippa York con una operación de cambio de sexo, aquellos dijeron: "Ya sabía yo que el chico tenía algo raro".

Cuando terminó la etapa, el chico, que había sido Rey de la Montaña en el Tour, se metió en el coche de su equipo y solo dijo una palabra, "¡Shit!".

Perurena, recordaba ese día. "Cómo para no decir lo del patriotismo", dice el guipuzcoano, grande como ciclista y como director. "Si cuando hablaba José María García en la radio aquello parecía más un mitin de Blas Piñar...".

Fue la penúltima etapa de la Vuelta del 85. Robert Millar, el líder del Peugeot, comienza el último día complicado vestido de amarillo con una ventaja de 10s sobre el segundo, el colombiano del Zor Pacho Rodríguez, y 1m 15s sobre Peio Ruiz Cabestany, compañero de Perico en el Gin MG-Orbea. El segoviano está muy lejos en la general, a 6m 13s. Millar le conoce bien, pues había pugnado con él por el maillot de Rey de la Montaña en el Tour (perdió Perico por abandono, con la clavícula rota bajando el Joux Plane), pero no le teme: está demasiado lejos y entre él y el podio final de Salamanca solo se interponen tres puertos de la sierra madrileña, Morcuera, Cotos y el Alto del León, antes de descender a las Destilerías DYC, junto a Segovia.

"Por eso, cuando, en el falso llano entre Cotos y Navacerrada, en medio de la niebla, atacó Perico, Millar no se movió. Se quedó marcando a Pacho y Peio, que eran los peligrosos", dice Javier Mínguez, entonces director del Zor. Millar estaba aislado, sin compañeros de equipo, porque había sufrido un par de percances mecánicos subiendo Cotos y sus gregarios se habían desgastado devolviéndolo al pelotón. "Y entonces, el director del Peugeot, Roland Berland, uno que había sido ciclista con Ocaña en el Bic y al que todos llamábamos Mortadelopor las gafas que llevaba, se me acercó y me dijo que él no pensaba tirar a por Perico, que si quería que tirara yo para defender el segundo puesto de Pacho... Y yo le dije que se le estaba yendo la carrera de las manos y que yo no pensaba mover a los míos. Con la que se estaba liando, si pongo yo a tirar a mi equipo habría cometido un pecado mortal. Me habrían expulsado de España".

El gesto de permitir la fuga de Perico le costó a Mínguez que el colombiano terminara tercero. "Berland era un ignorante", dice el técnico. "En la etapa de Alto de Campoo iban en fuga Millar y Pacho, y va Millar y ataca al mío, una bobada, porque podían haber subido juntos. Y va y me dice Berland, 'mira, mira a Millar, sube como Merckx, como Merckx'. Pacho recuperó el terreno y alcanzó al escocés. Y le dije a Berland: 'Sí, como Merckx, ya veo...".

"La verdad es que ningún equipo español se atrevió a perseguir a Perico", recuerda Perurena. "Tenían miedo a lo que dijeran las radios, y del Panasonic, el único equipo extranjero que podía ayudar a Millar, ya me encargué yo...".

Perico recuerda pequeños detalles, no de la etapa, sino del ambiente que se creó los días siguientes. "Como la etapa acababa en una destilería de whisky, se decía aquello de que el whisky español es mejor que el escocés, y cosas así", dice. "Pero lo que no creo es que yo ganara por la alianza española, sino porque el director de Millar no estuvo a la altura. Pese a que Ramón Mendiburu, por radio vuelta, fuera dando las referencias que a mí me contaban los de las motos de las radios y mi entrenador, José Luis Pascua, que iba en el coche del equipo con la fuga, Berland no supo reaccionar. Pensó que tenía la Vuelta ganada y no avisó a Millar de que yo me acercaba a los seis minutos. Por eso Millar ni aceleró ni apretó, ya estaba de festejo, hasta que a falta de muy pocos kilómetros se dio cuenta su director de lo que pasaba, pero ya era tarde".

Perico, segoviano y escalador, solo había intentado ganar la etapa para alegrar a sus paisanos, pero había terminado ganando la Vuelta imposible y convertido en un personaje único por el que se pegaban todos los medios: el ciclismo era entonces el deporte más popular. Sobre él, sobre Perico, un chico de ideas claras y sin miedo a la hora de pronunciarse, intentó construir José María García, el dios de las ondas, un ídolo a su manera. Y tropezó, claro. "Esta noche te he organizado una fiesta en el acueducto con el alcalde de Segovia", le dijo a Perico al día siguiente, el domingo 12 de mayo, en Salamanca, donde había terminado la Vuelta. "Te llevaré en helicóptero. Será un espectáculo sensacional". Y Perico le miró fijo y le dijo: "Lo siento, José María, pero me han llamado antes de Televisión Española, me quieren en sus estudios a las nueve para entrar en el Telediario". Delgado fue capaz de decirle no a García: el mito ya estaba completo.

Fuente: diario El País.

Por Manuel Pérez Aguirre 







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