jueves, 4 de abril de 2019

Les Arcs y Indurain


Les Arcs es a Miguel Indurain, lo que Pra Loup a Eddy Merckx. Un puerto poco exigente asociado para siempre al final de un mítico campeón.

Tour de Francia de 1996. Era un 6 de julio lluvioso, víspera de San Fermín. La etapa había partido de Chambéry. Se disputaba la primera jornada de los Alpes, con la Madeleine y el Roselend en su trazado, y con un final inédito en la estacion de esquí de Les Arcs. La última ascensión no intimidaba. “Son 15 kilómetros no excesivamente duros (5,8%), si no fuera por la paliza anterior. Pero habrá alguna diferencia, se verá quién va bien y quién mal”, explicó Indurain en la previa.

Tras sus cinco victorias consecutivas en el Tour, nadie imaginaba que uno de los que iban a ir mal era él. A 3,5 kilómetros de la meta, el navarro desapareció de las imágenes aéreas de televisión. “On laisse Indu­rain!”, gritó el comentarista. “¡Se queda Indurain!”. Cuentan que fue Rominger quien le desenmascaró, quien vio los síntomas en su cara y en su pedalada, y ordenó apretar a Abraham Olano.

Indurain iba solo. Y entró en crisis. “Pedía agua, ¡sales, sales! Era una esponja”, reveló luego su director Echávarri. Rechazó los bidones que le ofrecieron Zülle y Emanuele Bombini, técnico del Gewiss, pero se avitualló en zona prohibida y fue penalizado con 20 segundos. A la meta llegó con “una nube delante de los ojos”, según sus palabras. La ‘pájara’ fue la explicación oficial, pero ni el mismo Indurain se lo explicaba: “Parece que fue por no comer, pero he comido bien y he bebido normal... Quizá la lluvia, mis músculos no van con el agua”. Perdió 4:19 minutos con el ganador, Luc Leblanc y 3:32 con el líder, Eugenio Berzin.

Ya no levantó cabeza. Y si continuó en carrera fue, seguramente, por respeto al homenaje que se le rindió en la 17ª etapa, el 17 de julio, en Pamplona.

Por Manuel Aguirre (c) 2019


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