miércoles, 23 de enero de 2019

Tour de Francia 1990. Vencedor en Luz Ardiden, Miguel Indurain.


El resultado de la etapa reina del Tour creó ayer el interrogante de si se ha abierto ya el mecanismo sucesorio entre Delgado e Induráin. El ciclismo español vivió sensaciones contradictorias: Induráin ganó la etapa en su enésima exhibición de fuerza, pero Delgado perdió el Tour. Está a 3.42 minutos del sorprendente Chiappucci todavía líder, y con sólo siete segundos de ventaja sobre el holandés Breukink. La gran etapa no registró el ataque de Delgado, en dificultades desde el Tourmalet, y supuso la resolución final de la carrera a favor de LeMond, el hombre fuerte. Cinco segundos le separan del liderato. Un suspiro.Greg LeMond, pues, se dispone a ganar su tercer Tour, tras una ausencia obligada de dos años, circunstancia que abre una reflexión acerca de las virtudes de campeonísimo que adornan a este corredor, un maestro a la hora de correr con la calculadora en la mano. Cuando todo el mundo situó la jornada pirenaica como un escenario adecuado a las dotes interpretativas de Delgado, LeMond supo dominar la carrera en cuanto advirtió que el español no estaba a la altura que requerían las circunstancias. LeMond desarrolló un largo monólogo que le permitió resolver el Tour en todos los frentes. Anuló el inesperado, aparentemente suicida pero dignísimo ataque del italiano Chiapucci, descartó de un plumazo a Breukink y obligó a Delgado a un durísimo trance: no pudo siquiera seguir la rueda del norteamericano. Por acumular complicaciones, no tiene nada segura una plaza en el podio.

Pero fue la actuación de Induráin la que abre un gran debate nacional. Es seguro que el aficionado se preguntará por las posibilidades de Induráin, harto de haberle visto durante todo el Tour por delante de su líder a pesar de haber sido sometido a esfuerzos extraordinarios. Su ejemplar sacrificio, sin igual en la historia reciente de este deporte, ha contribuido finalmente a premiar su actuación. Induráin no sólo ganó ayer su segunda etapa en un Tour, tercera de los españoles en el término de cuatro días en la actual edición de la ronda francesa; su actuación obliga ahora a calibrar que estábamos ante el Tour de Induráin y no siguiendo el Tour de Delgado. Su fluidez para seguir la rabiosa rueda de LeMond en la inacabable ascensión a Luz Ardiden y su facilidad para dejar su presencia en los últimos metros resultó una exhibición impresionante. Porque hay que tener en cuenta que Induráin apenas ha descansado en toda la temporada, obligado a intervenir activamente en los primeros meses para su propio provecho (de ahí su triunfo en la París-Niza y su derrota en la Vuelta) y dedicado a labores de auxilio en el tramo del Tour.

La jornada reina tuvo un desenlace lógico, el éxito final de Lemond situado como único aspirante, pero un desarrollo anómalo. El líder italiano Chiapucci descartado por todos los especialistas, lanzó un ataque suicida en la ascensión al Aspín, primero de los tres puertos de la etapa. Dio la impresión de que Chiapucci quiso emular a ciertos personajes de leyenda, aquellos que prefieren abandonar el estado mayor para citarse con la muerte cara a cara. Su ataque pareció suicida, pero la entereza del italiano seguramente le puede servir para salvar una honorabilisima posición en el podio.

Su ataque comenzó a provocar algunas interesantes consecuencias. LeMond se vio obligado a ordenar a sus corredores que llevaran el peso del pelotón. Ya en la ascensión al Tourmalet, Delgado no contaba con otra compañía que la presencia majestuosa de Induráin; el colombiano Rondón, reservado durante meses para ocasiones como la de ayer, quedó descolgado en las primeras rampas para mayor alarma del director Echávarri, a quien aguardaban peores noticias.

Bien avanzado el Tourmalet, la diferencia entre Chiapucci y el pelotón alcanzó los 2.10 minutos, lo que debió obligar a Lemond a lanzar un primer ataque que le significó al holandés Breukink perder la cabeza de carrera. Delgado e Induráin siguieron la estela del americano, pero la pasividad del líder español abrió las primeras grandes dudas: ¿se trataba de un ejercicio de sangre fría o andaba limitado de energias? Una jornada reina ofrece espacio suficiente para dar cumplida respuesta a tamañas cuestiones.

Descolgado definitivamente Breukink, el grupo capitaneado por LeMond cazó a Chiapucci en el descenso y protagonizó una lenta ascensión a Luz Ardiden en la que el líder italiano supo mantener el tipo ante la sorpresa general. A falta de seis kilómetros para la meta, consciente de que la falta de respuesta de Delgado era algo más que un síntoma, LeMond lanzó el ataque final, al que sólo resistió Induraín aun cuando Lejarreta tardó en ser descolgado. LeMond demostraba así ser el más fuerte y poseer una cualidad añadida que refuerza su personalidad de campeón: la precisión en el cálculo que evita gastos inútiles.

Fuente: diario El País

Por Manuel Aguirre (c) 2019


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Miguel Indurain


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