jueves, 12 de septiembre de 2019

Roger Rivière


Era el Tour de 1963, el del podio Anquetil-Bahamontes-Pérez Francés. Había terminado y los ganadores eran homenajeados en el Parque de los Príncipes. La televisión enfocó a un joven con traje oscuro sobre una bici de carreras con la que dio varias vueltas al viejo velódromo. Se organizó un clamor tremendo. “¿Quién es ese?”, se preguntaba la gente.

Era Roger Rivière. Francia no le había olvidado, ni le olvidaría nunca, por las circunstancias extraordinarias que acompañaron su corta carrera y por lo cruel de su desgracia. Dos años más joven que Anquetil, apareció como brillante pìstard, ganador de incontables pruebas. Batió el récord de la hora dos veces en un año. Le apodaron Le Roi de Vigorelli.

En carretera destacó ya en el Tour de 1959, el que se adjudicó Bahamontes. Le ganó las dos contrarreloj a Anquetil, apodado Monsieur Crono. Jóvenes, contrarrelojistas y magníficos en la montaña, donde solo les dejaban atrás Bahamontes y Charly Gaul, ambos formaban la pareja del futuro de Francia. Se presentía una gran rivalidad. El gran público se encariñó con Rivière. A Anquetil, ganador del Tour de su debut (1957), le veían más altivo. Al finalizar la edición de 1959, todo el equipo francés fue muy pitado en el Parque de los Príncipes por las discordias internas entre Bobet, Geminiani, Anquetil y Rivière, y por haberle hecho la contra a Anglade, que corrió por el grupo regional Centre-Midi y fue segundo. Anquetil se compró un barco y le puso por nombre Les Sifflets, los pitidos, lo que sonó a “me da igual lo que digáis”.

En 1960, Anquetil no fue al Tour, optó por el Giro, que ganó. Bidot, director del equipo de Francia, llevó un equipo mucho más compensado, con Anglade, un tercero en discordia, y Rivière como bazas ganadoras.

En la cuarta etapa, Anglade coge el maillot en Saint Malo. En la sexta, Rivière desencadena un ataque al que se sumaron Nencini, Adriaenssens y Junkerman, lo mejor de Italia, Bélgica y Alemania. Anglade exigió a Bidot que parara a Rivière. Lo intentó, pero él se negó. Apretó más que ninguno y ganó el sprint en Lorient.

Anglade llegó a 14 minutos, indignado. Declaró a Pierre Chany, el gran periodista de ciclismo de la época, que había sido una traición que le daría el Tour a Nencini. No le veía posibilidades a Rivière: “Nencini es el mejor de todos bajando, él se caerá en algún descenso persiguiéndole porque es muy ansioso”.

Pasaron los Pirineos, donde Rivière ganó en Pau, pero luego cedió algo más de un minuto respecto a Nencini en Luchon. El 9 de julio, domingo, es jornada de descanso. Aunque Nencini es líder y le saca 1m 38s, Rivière se muestra feliz, seguro de ganar el Tour. Sube tan bien como él y tiene un as en la manga, la penúltima etapa, una contrarreloj de 83 kilómetros entre Besançon y Troyes. 
El lunes 10, en la etapa de transición hacia los Alpes, hay lucha. Tras pasar el Perjuret, Nencini apretó en la bajada y Rivière le siguió, junto a su doméstico Rostollan. En una curva se le va la bici, choca con el pretil y cae por el barranco. Rostollan frena, regresa por él, pero tarda en encontrarle, veinte metros más abajo, en un hoyo, inmóvil y callado. Hicieron falta nueve personas y 20 minutos para subirle hasta la ambulancia, que le llevó a un helicóptero. Tenía rotas la novena vértebra dorsal y la primera lumbar. La médula estaba afectada. Tenía 24 años. Las palabras de Anglade sonaron se volvieron contra él.

La medicina hizo lo posible. Tras cuatro días inmóvil va recuperando poco a poco la movilidad. Consigue caminar, primero con muletas, luego sin ellas. Pedaleó en bici estática y por fin en bicicleta libre. Pero ni pensar en competir. Había perdido un 20% de la potencia en las piernas.
Lo intentó en el deporte del motor. Participó en el Rally de Montercarlo de 1962 haciendo pareja con Geminiani, pero tras un accidente grave desistió. La vida le fue mal. Montó un restaurante que quebró. Luego, un centro de vacaciones, un concesionario de Simca, una cafetería-discoteca. Todo ruina. Se hizo adicto a la morfina, que le administraron para paliar los primeros dolores. Se divorció, se volvió a casar. Tuvo problemas con la justicia. Murió a los 40 años, de cáncer de laringe, que se achacó a su adicción.

Con el tiempo se desveló que en el maillot del día del accidente una enfermera encontró Palfium, un analgésico que podría haberle disminuido los reflejos y la sensibilidad en las manos, dificultándole la precisión para frenar. Nencini ganó aquel Tour. Y Anquetil, los cuatro siguientes.

Fuente: diario El País

Por Manuel Aguirre (c) 2019


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